Esta incursión en el canto desde un lugar mucho menos mental, menos racional, menos desde el pensamiento lingüístico, me lleva a preguntarme:
¿Cuánto espacio nos damos para habitar el canto sin preocupaciones? Sin estar intentando controlarlo todo (que, por otra parte, no se puede), sin preocuparnos por si desafinados o no, por cómo suena nuestra voz, por "cantar bien"... ¿Cuánto espacio nos damos para disfrutar de simplemente cantar?
Me encantaría leerles, saber qué sienten, qué espacio hay para el canto desprejuiciado y despreocupado en sus vidas. En la mía, casi siempre alguna voz me habla desde algún rincón de mi mente, de mis fantasmas, y me dice que podría estar haciendo todo mucho mejor.
Últimamente decido no escucharla. Y me siento mucho más libre.
¿Y ustedes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario